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Mostrando entradas de octubre 17, 2011

"El poema del concurso"

                                              --MILAGRO-- Si te pudiera amar con mis locuras el viento rompería en tus caderas para provocar celos temporales. Si lograra la tranquilidad de mis temores los labios de tu aura marcarían la faz de la tierra. Si al amarte, me desangro de continuo mis pasos recogerían el retoño de tu sabia. Si nos amáramos, vendrían los impulsos flotando a la conquista de la luz. Si lo pudiera el día, no esperaría la noche marcharía en sentido contrario en busca de la nada. Si por un descuido, me olvido de la luna alcanzaría en picada la brisa. Si el momento nace, tomaría el cielo y juntos bañaríamos el horizonte. Y después, en calma, esperaré que el sol se cure, para que deje de llover. *Fue finalista del anterior concurso poético de Carpe Diem, del Centro Poético. Un concurso extensible en el tiempo, que al final dio sus frutos. "Milagro" no llegó hacer honor a su nombre, se quedó a las puertas, y por pequeñas nimie

"Si la historia fuera contada................."

En el centro de la plaza con gran garbo el del traje de luces esperaba el momento justo para entrar con su arte a matar. En el tendido los rebufos incontrolados del personal pedían sangre y más sangre. El sol calentaba los sesos. Las puertas de un golpe se abrieron y de su interior el animal apareció. ¡En una mano el capote y en la otra el estoque! ¡Ese toro está hecho de otra pasta al hombre apuntilló! A petición de la muchedumbre la oreja y el rabo rodó. Las sábanas húmedas y calientes su miembro viril no lo encuentra. ¿Un sueño? --dejó los ojos cerrados por precaución--

" EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA" capítulo XXIV

Los días pasaban sin que nos diéramos cuenta del tiempo transcurrido, y aunque mi padre había puesto reglas para los encuentros, siempre encontrábamos la forma de vernos a diario sin levantar la menor sospecha. Para esta fecha había comenzado a trabajar en la escuela como maestra, y los controles de mi padre por muy efectivos que fueran, la mayoría se escapaban de sus posibilidades reales. Solamente le quedaba confiar en mí, y por supuesto, debía responder a su confianza, sin llegar a los extremos que nunca son buenos. Mi padre creía que tenía un ojo que todo lo ve, y por la forma de pensar de la época, todo estaba bajo su control. La escuela estaba ubicada al otro extremo de la ciudad, y era la única en la que se impartía la signatura de ingles desde los primeros años. Las demás eran de pago, y la mayoría de los niños sus padres no contaban con una buena situación económica para que sus hijos formaran parte de ella. De esta forma, si querían saber un idioma, debían desplazarse hasta