"EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA"
(CAPÍTULO LXI) Azucena la mayor, mi madre, y yo, tres, éramos tres, y una vez más no podíamos fallar, por el bien de todas no podíamos fallar. Al mismo tiempo debíamos enfrentarnos al agresor, aunque el plan de mi madre se viniese a bajo. El hombre al escuchar los alaridos de la joven que minutos antes se había caído al suelo con el madero en las manos, giró su cabeza para saber qué era lo que le impedía continuar con lo que había comenzado, y en ese instante, en el justo instante, la hija del medio, la que estaba siendo agredida, comprendió que si su hermana estaba dispuesta a enfrentarse a un hombre por ella, ella, no podía hacer menos por su hermana, y s...