(CAPÍTULO XLIV) Mi padre se acercó al grupo de hombres y le contó su plan. ¡Con seguridad absoluta preguntó si confiaban en él, y si así fuera, que lo siguieran para encontrar una solución lo antes posible! Cuatro de los mayores por edad, asentaron con la cabeza, se despidieron de sus familias, y junto a mi padre se marcharon por la calle más amplia en dirección desconocida. Mi padre simplemente miró a mi madre, le lanzó un bezo con la mano, y le dijo que pronto estarían de regreso con alimentos y alguna solución. ¡Si no era como pensaba, se cambiaría el nombre! ¡Mi padre es hombre de una sola palabra! Se fueron alejando del puerto por la amplia e interminable calle con destino incógnito, y mi madre los siguió con la mirada hasta que no vio más que un punto borroso en la distancia. Sintió en el corazón un palpitado fuerte y no lo pudo evitar. Dejó caer la mano sobre el pecho, y apreció el latido seco p