ROSA Y EL TAXISTA
-- 14 -- El parque estaba desolado. Algún que otro transeúnte que lo utilizaba para acortar camino. Sus bancos recién comenzaban a desperezarse del rocío de la noche anterior que en forma de diminutas gotas bañaban sus húmedas maderas. Esta precisa mañana Rosa estaba radiante. En sus ojos se podía vislumbrar un inocente brillo que la hacía sublime, armonizando con su andar ágil y lleno de vida. Con toda seguridad no era la mism...