El cuerpo
El éxito en el sexo radica
fundamentalmente en la forma en que utilizamos nuestro cuerpo. En el sexo como
en todo, si nos enfrentamos con la negatividad por delante, hay bien poco que
hacer. Cada acción sexual hay que vivirla como si fuera la última, y como si la
vida nos fuera en ello; con intensidad, pero con la cabeza fría. Sin duda el
cuerpo y los órganos sexuales arderán en fiebre al sentir y ser tocados, pero
en todo momento las emociones deben ser controladas, como las energías en la
vida diaria. El control nos lleva aun mayor disfrute del sexo. Con la cabeza
fría, podremos profesionalizar nuestra práctica sexual y obtener un mejor
partido.
Nosotros llevaremos nuestro cuerpo al sexo, no lo contrario. El
placer del disfrute radica en el arte de dilatar el tiempo. A mayor ocio, mayor
satisfacción. Un cuerpo entrenado, dispuesto, y sin prisa, obtendrá una ayuda
sin límite de nuestras energías ocultas, las que en muy pocas ocasiones
utilizamos (en la mayoría nunca).
Sé que para realizarnos en
esta experiencia absoluta hay que contar con el opuesto, la persona con la que
vamos a mezclar nuestros fluidos. Pero de cualquier forma al menos unos de los
dos (en el caso que no sean más) debe estar en forma en todos los sentidos.
Cuando una de las partes toma la iniciativa en las intenciones o en la práctica,
la otra parte de ser sorprendida o sorprendido.
Pensemos en un escenario. De
un lado están los actores y actrices, y en la platea el público. En la relación
de a dos, de alguna forma esto es lo que se produce. El activo saca sus armas y
las expone como un experto declamador, y el opuesto recibe como fiel espectador
las caricias y el cuerpo del amado o amada al desnudo, como un escenario sin
artilugios y al desnudo.
Lo mejor es entrelazar el
cuerpo sin prisas a la persona que deseamos, y seguramente en medio de la
madrugada, cuando la luna nos susurra al oído, tendremos una revelación. Sobre
la cama, en la oscuridad seremos uno, un solo cuerpo amándose.
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