"EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA"
(CAPÍTULO LVIII)
Una cosa me dio fuerza durante
el largo viaje que habíamos emprendido a casa de la tía Rosaura. ¡La historia
de mi madre y mi padre! Algunos de los detalles que me faltaban mi madre me los
contó cuando decidíamos descansar después de muchos kilómetros de andadura. Para
estar más tranquilas buscábamos algún sendero que nos condujera a cualquier
bosquecillo donde nuestra presencia no fuese visible desde el camino. Como la
mayoría de la población escapaba de la ciudad, a las afueras se implantó el vandalismo
y el caos. Toda persona que trasportase una maleta o bártulo estaba expuesto a
que la asaltasen por el camino sin ningún escrúpulo. ¡Se perdió en cuestión de
horas la moral y cualquier principio cívico! La necesidad de sobrevivir estaba
por encima de cualquier ética.
Delante de nosotras vimos como
a una familia, que al parecer era de una posición holgada, la despojaban
vilmente de sus pertenencias. ¡La madre con sus tres hijas escapaban de la
ciudad! La hija mayor y la adolescente junto a su madre, fueron lanzadas al
borde del camino para abusar de ellas bajo la mirada indefensa de la pequeña, y
de la multitud que no hizo nada por impedirlo. Entre los que escapaban de la
ciudad solamente había ancianos y niños porque los hombres estaban en el frente
peleando entre ellos. Lo extraño de esta situación es que los bandoleros eran
hombres que debían de estar en el frente luchando y no violando y asaltando a
personas indefensas que bien poco podían hacer por mantener su integridad.
Pienso que estos desgraciados son
desertores o son mandados por alguno de los dos bandos para sufragar los gastos
militares. ¡En realidad no lo sé ni me importa saberlo porque esta locura no
tiene justificación de ninguna manera! Este grupo de vándalos que vimos ante
nuestras narices, arrastraron a la madre y a sus dos hijas mayores a un matorral
que se encontraba a unos metros fuera del camino, y comenzaron a abuzar de
ellas bajo el llanto incontrolado de la más pequeña que no sabía lo que estaba
sucediendo con su madre y sus dos hermanas.
Continué por el camino y de vez en cuando miraba hacia atrás y veía
la carita de la pequeña perdida en sus lágrimas. Recorrimos una distancia de
muchos metros, no recuerdo muy bien cuanto, pero si recuerdo en un momento dado
a mi madre como una loca buscando a su alrededor algo sólido con qué defenderse. ¡Un
madero lo suficientemente grueso para blandirlo con fuerza sobre una desgraciada
cabeza era lo que buscaba insistentemente mi madre! ¡Sentí el miedo en mi cuerpo
por primera vez pero no me detuve y fui en busca de otro leño! Lo que le estaba aconteciendo a
las mujeres no lo podía permitir mi madre, ni yo. ¡Sin ponernos de acuerdo dejamos en
el camino todo lo que llevábamos y nos lanzamos a correr en dirección a la
maleza!
Continuará...........................
fOTOS:ara.
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