DECLARACIÓN DE AMOR
Les contaré una profunda historia
de amor, una clara y nítida historia de amor, una historia que se escribe con
sentimientos pasionales. Esta mi historia, la que les contaré, no está impresa
en sensibleros manuales rosas, ni por supuesto en sutiles melodías almibaradas;
esta memoria es mucho más que palabras y sonido, es un hecho irrefutable que se
concibió desde una mirada, desde un suspiro, o en un seguro intento que
propicio que él y ella se intuyesen desde mucho antes de nacer. Nuestra
indisoluble pareja posiblemente estaba predeterminada por los siglos de los
siglos para que sus pieles se conformaran en un todo, en una caricia, y en un
encuentro que los uniría de por vida.
En un día poco habitual de una
tierra idílica, el camino se allanó para que los pasos de la fascinante joven irrumpiesen
en el destino del gallardo caballero, y a su vez, el intento del brioso joven
penetrase con brío dentro en las pupilas de la delicada doncella. Y una vez
reconocidos sucumbieron a las miradas. Los dos, fueron los dos, los delirantes
amantes los que decidieron su providencia, sin intervención divina, sin extraños
artilugios. Algo más que el destino, posiblemente la fortuna, fue necesario
para que él y ella confluyesen en un punto determinado, en un espacio, en un
contorno que marcaría sus acciones y el sublime momento. ¡Y así fue, y de esta
manera lo cuento, porque no soy de escasas acciones, y lo que siento lo expreso
como lo veo y como mis narices lo respiran!
Por encima de lo que el día puede disponer,
de los compromisos habituales, y de la continua persistencia, nuestra pareja inconscientemente,
o tal vez no, tomó el mismo rumbo, caminó el día señalado por la idéntica
avenida que los convergió, y desde ese instante, desde el primer segundo, se
amaron, nada más alcanzar el mirar en la silueta del otro. Sus almas y algo más,
coincidieron en un apasionado me gustas, en un decidido te quiero, y en un me
encantaría estar a tu lado aunque el viento se oculte detrás de los montes. ¿Aunque
el viento se oculte? ¡Y no mentían, por Dios que no lo hacían ninguno de los
dos! ¡No mentían porque yo fui testigo imperecedero de esta entrega, de este
sublime amor que surgió de la propia nada! ¡De la misma manera en que brota un
manantial de la tierra!
Entre los dos fui nombrado por
descuido, como el que no quiere las cosas. De entre los dos me agazapé y entre
los dos me evadí, y en el primer y último resuello los escuché, escuché como se
prometían amor eterno. ¿Quién soy? ¿Se los digo o no? ¡Soy el propio viento que
se ocultó detrás de sus miradas para dar fe de sus reveladas palabras de amor eterno!
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