SOMBRA

                                                                La  verdad era que no sabía el camino a seguir, pero siempre pensé que dejándome llevar por los impulsos podía llegar a mi objetivo sin ningún dolor.
                                                                Al tomar el avión ya nada fué igual, y desde el momento mismo de la partida, mi mundo dejó de estar en mis ojos para viajar al fondo de una triste maleta sin futuro.


                                                                Recuerdo cuando era niño, que por entonces, tenía la posibilidad de recordar lo poco que de recuerdos había, que mi vida estaba controlada solamente por sentimientos de culpabilidad. Antes de salir a la calle, encontraba el modo de justificar las respuestas a las preguntas que  llegaban con el día; podía saber, si el vecino de tres casa más adelante, esa misma mañana dejaba su triste cuartucho para morir. La noche anterior vi en mis sueños a un anciano solitario cansado de la vida que se lanzaba al mar. Creo que ésta fue la primera señal, y sentí miedo. Se dijo que debido a su edad y al lamentable estado de su perro lazarillo, tropezó y fué de bruses al agua. Pero yo no lo creí. Desde entonces una escuálida amiga de cuatro patas me acompaña. Los vecinos no encontraron a nadie con valor y cordura suficiente para que se hiciera cargo del triste animal del anciano. El pobre hombre hacía algunos meses que había enviudado y la perra era su única compañía. Desde entonces dejé de estar solo.
                                                                Sombra. Mis padres dijeron que para que Sombra se quedara debía buscarme la vida para poder alimentarlo. Era una perra más negra que su nombre, y más flaca que sus ideas; así que el mejor nombre que se me ocurrió fue Sombra. Siempre pensé que Sombra era una perra muy mayor, como el anciano, pero no era más que su aspecto desaliñado y sus curbas huesudas al aire. Pronto logré que Sombra hiciera que mi opinión cambiara. Contradictoriamente un buen baño en la misma agua en la que dejó de vivir su dueño y un plato de arroz con intriga ( alimento extraño no identificado), hicieron de Sombra una perra mucho más joven y hermosa. Ya no estaba solo, ahora mi perra, mi querida Sombra me acompañaba.

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