" EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA" capítulo XIII

       Al comienzo de la semana tuvimos la visita del cura en la casa. Mi madre y mi padre no sabían si sentirse  alagados o sorprendidos por este sorpresivo encuentro. El cura llegó con el calor y la mejor respuesta para sofocarlo era una de las especialidades de mi madre, la limonada. Mi madre tenía una receta secreta con hierbas aromáticas y mucho hielo. Recuerdo que salía al pequeño terreno que teníamos detrás de la casa y escogía entre ellas los ingredientes para su bebida misteriosa. En su pequeño huerto solamente las manos de mi madre podían penetrar. El pretexto del cura para la visita inesperada era el refrescante líquido de mi madre, pero lo más sorprenden, es que era la primera vez que tenía intención de beber la limonada. Todas las feligreses le habían comentado al cura que mi madre poseía un talento especial, casi divino para sofocar el intenso calor del verano.
       Esto fue solamente un pretexto, el cura llegó con el objetivo de conocer quién era el joven que estaba sentado a mi lado el domingo anterior en misa, era la primera vez que lo veía y se le escapaba de su control. En esta época la visión del cura era tomada en cuenta a la hora de comenzar una relación, al final cada enlace pasaba por sus manos y era el encargado de dar la bendición.
__ ¡Vengo a probar su limonada! ¡este calor me está matando!
__ ¡Enseguida padre se la preparo!
       Mi madre con todo su arte fue hasta el traspatio y comenzó ha escoger sus hierbas una a una. Esta bebida para que tuviera efecto, según mi madre, debía prepararse en el momento que se va a consumir; si se deja para más tarde pierde su efecto y sus propiedades.
__ ¡He visto este domingo un joven junto a ti en misa!
No tuve tiempo de responder, mi padre como cabeza de familia dio la respuesta.
__ ¡Sí, nuestra hija está comprometida con este joven!
El cura tragó en seco y fue nuevamente a la carga.
__ ¡ Su familia.............es......
__ ¡Los Ramírez, de los Ramírez que viven en las afuera!--le dije sin pensarlo.
__ ¡Ya! ¡Los que escriben palabras y más palabras!
       Lo que dijo el cura me llegó de un golpe al corazón. Cómo un hombre que se dedica a convencer a la multitud por medio de la palabra, pude decir que mi caballero y su familia gastan las palabras sin sentido. Las palabras de mi caballero se ordenan hasta encontrar un sentido hermoso en el papel. No es justo atacar al prójimo con la misma arma. Pero todo tendrá su recompensa.
__ ¡Es una familia dedicada a la imprenta y su publicación desde varias generaciones! ¡Todos utilizamos las palabras!--dijo mi padre, y fue como una sentencia.
__ ¡Claro, claro, tiene razón! ¡Qué calor!--y al cura se le acabaron las palabras.
__ ¡Voy hasta la cocina para ayudar a mi madre con la limonada! ¡Con su permiso padre!
__ ¡Vaya con dios hija mía!
              Fue muy injusto el comentario sobre la familia de mi caballero. Tengo un espíritu algo rebelde y no me podía quedar con las manos cruzadas. Antes de llegar a la cocina, pasé por el escritorio de mi padre y tomé el frasco de tinta china. En la cocina mi madre tenía todo listo.
__ ¡Hija, llevarlo al padre por favor! ¡Ahora voy yo!
__ ¡Sí mamá!
       Tomé la bandeja con el baso de limonada y antes de llegar al salón, dejé por casualidad que algunas gotas de tinta china se deslizaran dentro del baso refrescante. El señor cura lo bebió casi de un sorbo, como el sediento caminante que encuentra una fuente en medio de la nada.
__ ¡Esta bebida es un milagro!
__ ¡Eso dicen todos cuando la beben por primera vez!--dijo mi padre.
__ ¡Verá ahora padre que sus misas serán más placenteras!
__ ¡Si hija, ahora tengo las ideas más claras! ¡Me tengo que ir, el deber me llama y tengo que visitar otros feligreses que necesitan de mis palabras para enfrentarse al día a día! ¡Hasta el domingo, y mi bendición para esta casa y la de los Ramírez!
       Más rápido que llegó partió por la calle hasta perderse en la distancia.
__ ¡Y el padre!--preguntó mi madre al llegar al salón.
__ ¡Tenía mucha prisa, le fascinó la limonada!--dijo mi padre.
       El siguiente domingo, el cura estuvo más locuaz que de costumbre. Desde la distancia todos pudimos ver un extraño color en la lengua del padre.

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