Por las ondas pupilas viaja el barco
confiado.
Más no encuentra la ruta de su débil
aliado.
Del imperio de la tierra rompe en
llamas el poder.
De las ruinas brota el alma en cautivo
corcel.
En las aguas del deseo hay un viejo
labrador.
Le sorprende la alborada con su largo
resplandor.
Con la angustia indeleble sigue el hombre
 en su andar.
Dominado por el prójimo se resigna por
callar.
Estaciones que cabalgan sin momentos
de tino.
Años que nos cuelgan
de los finos hilos.

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