¡EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA!
(CAPÍTULO LVI)
Habían cortado las vías de
entrada y de salida de la ciudad y tuvimos que optar por atravesar el monte
para comenzar nuestro viaje. En situación de guerra no era la manera más
indicada para llegar a nuestro destino pero nos vimos obligadas a tomar esta
dislocada decisión si deseábamos llegar a casa de nuestra tía Rosaura. Éramos conscientes de que podríamos cortar camino o hacer más larga la llegada a nuestro
destino, dependía mucho de la suerte. ¡Quedarnos y resistir, o enfrentar las
posibles sorpresas que nos podía deparar nuestra travesía!
Mi madre pudo hacerse con un
poco de alimento para al menos dos días. ¡Pan, un trozo de tocino, miel, y por
supuesto una bota con agua! Contábamos con que la suerte nos acompañaría y llegaríamos
lo antes posible a casa de la tía Rosaura, porque sino los alimentos serían
insuficientes. ¡Dormiríamos bajo el cielo o en algún cobijo que encontrásemos
en alguna pedanía o caserío! ¡Y nada más, partimos sin pensarlo una vez más
antes del amanecer del quinto día en que la guerra había comenzado!
Para el viaje me llevé junto a
mí pecho los mejores momentos vividos con mi caballero. Mi madre hizo lo mismo
con el recuerdo de mi padre, y rezamos. Rezamos al Díos supremo para que esta
agonía concluyese lo antes posible y que los hombres volviesen vivos a sus
hogares para que la paz reinase una vez más en el país. Mi madre era una mujer de
mucha fe, pero por aquellos años, y con las miserias que pude contemplar
directamente producto de la guerra, mi fe peligrosamente se fue desquebrajando poco
a poco y se columpiaba en una cuerda floja.
Nada más poner los píes en la
calle vimos un mar de maletas y bártulos que se distendía en todas direcciones.
No fuimos las únicas que pensamos que lo mejor sería abandonar la ciudad, la
mayoría pensó lo mismo que nosotras. ¡Quedarnos podía ser un suicidio y creo
que todos lo presentimos! Una interminable hilera humana marchaba hacía las
afuera sin rumbo aparente, con la idea de encontrar una posibilidad para
subsistir. Todo parecía incierto. Quedarnos podía condenarnos a la muerte por la escasez
de alimentos. ¿Marcharnos? ¿Qué podíamos decir de marcharnos? ¡Marcharnos era una
aventura peligrosamente obligada!
Continuará...........................
DISEÑO GRÁFICO: MANDY BLUEE.
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