ROSA Y EL TAXISTA (capítulo 9 y 10)
-- 9 --
La pequeña estuvo en el
hospital lo suficiente para que su vida no fuese la misma desde entonces. A las
deformaciones congénitas producto de las palizas que recibió cuando estaba en
el vientre de su madre, la inocente Laura tuvo que soportar varias operaciones
por fracturas múltiples en todo su cuerpecito después de este último suceso. Posiblemente
nada estaba a favor de Laura, porque a las dificultades físicas hubo que
sumarle el retraso psíquico que cada vez se hacía más evidente. La niña
consciente o inconscientemente fue cortando poco a poco su relación con la
realidad; solamente comía, dormía, hacia sus necesidades y alguna
insignificante acción. La comunicación verbal que hasta ahora era escasa,
desapareció completamente de su mundo. Los doctores notaron que la niña se
encontraba relajada cuando estaba sola; si aparecía su madre, algún familiar,
amigos o vecinos, la desesperación y el agobio se hacía presente en todo su
cuerpo. Su corazón latía desaforadamente y los músculos se tensaban al máximo.
La futura existencia de Laura peligraba injustamente.
Rosa no denunció a Ramón, pero los médicos que atendieron a la niña sí
lo hicieron. No podían permitir un hecho de este tipo en sus conciencias y
llamaron a la fiscalía de menores. Ramón fue procesado y sus huesos fueron
directamente a la cárcel por un tiempo prudencial. Por otra parte los servicios
sociales junto con el claustro de médico pensaron debido a las rotundas
evidencias, que la niña estaría mucho mejor en una casa de acogida que con su
madre y los familiares de ella. Posiblemente esta decisión fue lo mejor para
Laura, no lo sé; pero para Rosa fue una condena mucho mayor que la de Ramón. Le
quitarían temporalmente la custodia de su hija por continuada irresponsabilidad
materna. Justa o no, en esta ocasión las medidas estaban pensadas para la
pequeña, que sin tener ninguna culpa, era la sufridora directa de todo este
conflicto. Laura se estaba perdiendo en la incomunicación total y continuar
permitiéndolo esta situación sería algo más que injusto e inhumano.
Rosa recibió una poderosa bofetada en toda la
cara cuando supo el veredicto de la fiscalía. --¡La niña estará con una familia
de acogida por un tiempo razonable y prudencial hasta que las aguas regresen a
su cauce!—Fue la conclusión. Para que Rosa pudiese encontrarse lo antes posible
con su hija debía asistir a unas terapias semanales que había sugerido el
psicólogo del caso. Una fallo irrevocable y concluyente. Por otra parte se le
retiró automáticamente la patria potestad al miserable de Ramón y en la sentencia
constaba por escrito que después de cumplir con su condena no podía acercarse a
Rosa a menos de quinientos metros; si lo hacía regresaría a prisión y esta vez
sería un reincidente.
Al principio no acepté la
medida que se tomó respecto a mi amiga, me pareció indebida; pero con los días
comprendí que fue el mejor acuerdo que se pudo tomar para su bien y el de la
niña. Rosa debía abrir los ojos de una vez respecto a Ramón y creo que los
encuentros con el terapeuta serían en todos los sentidos positivos; por otra
parte el estar alejada de su hija la haría reaccionar de una vez; es lo que esperábamos
todos.
-- 10 --
La primera semana nada supe de
Rosa. El balcón que daba a su habitación permaneció cerrado las veinticuatro
horas del día. Estaba algo preocupado por la situación de mi amiga y no debía
quedarme con las manos cruzadas sin saber cómo se encontraba. La fiscalía de
menores junto con los servicios sociales, le impuso como condición a Rosa para
que la niña regresase a su lado unos determinados encuentros con especialistas.
Los psicólogos verían diariamente en el hospital a Rosa durante el primer mes,
después la frecuencia de la misma se modificaría dependiendo de su evolución.
Sabía que estos encuentros se producían por las mañanas y no me lo pensé dos
veces. De una de las macetas de mi abuela tomé la última rosa de la temporada,
la que quedaba en pie esperando el cercano invierno, y nada más amanecer me
dirigí a la puerta de entrada de la casa de Rosa. La esperé con mi rosa en los
bajos de su casa antes de que saliese al hospital.
__
¡Buenos días, toma, es para ti! –Le dije extendiendo el brazo nada más salir
Rosa de su casa.
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¡Buenos días!
Se expresó con desgano, pero
al ver la flor que le ofrecía su aspecto cambió en algún sentido; no lo sé,
pero el gesto le impresionó.
__
¡Gracias! –Me respondió tomándola en sus manos.
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¿Vas a la parada del autobús? –Le pregunté directamente.
__
¡Sí! –Me respondió por inercia.
__
¡Yo también! ¿Te parece bien que te acompañe? –Le pregunté.
__
¡Como quieras! –Me respondió a la vez que giraba con sus dedos el tallo de la
flor.
Estaba más delgada. Una semana
fue suficiente para que su aspecto cambiase. Su rostro mostraba síntomas
inequívocos de cansancio, pero en el fondo algo me decía que estaba dispuesta a
continuar. Su mirada se mostraba plana, desprovista de toda profundidad. En la
inmensidad de sus ojos al parecer la tormenta había pasado. Lo malo de todo es
que la tempestad se llevó a Rosa.
__
¡Mi abuela te manda muchos besos! –Le dije con toda intención.
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¿Sí? ¿Cómo está ella? –Me preguntó animándose.
__
¡Bien, bien, muy bien! –Le respondí.
__
¡Mándale otro beso grandote de mi parte y dale las gracias! –Las últimas
palabras se le atragantaron en la garganta.
__
¡Se los daré!
No sabía cómo continuar con la
conversación. Es la primera vez que estando con Rosa sentía una sensación tan
contradictoria. Por un lado deseaba llegar cuanto antes a la parada para acabar
con este implacable silencio, y por otro, deseaba continuar a su lado hasta que
la mañana o el camino se extinguiesen. No puedo ocultarlo. Por Rosa experimento
un sentimiento más profundo que el de un simple amigo que permanece a su lado
para consolarla. ¡Me estoy enamorándome posiblemente de un imposible! La vida
de Rosa es complicada, y en esta existencia enmarañada no cuenta el vecino del
otro extremo de la calle.
__
¡Te sienta bien el pelo recogido!
No era una mentira. Su
cabellera recogida en una coleta acentuaba sus rasgos de una manera armónica; daba la impresión de una belleza
helénica en espera de ser esculpida. Era lo que veían mis ojos que se perdían
con solo respirar el aíre que nos distanciaba.
Continuará………………….
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