CONFESIONES DESDE EL TÁLAMO
Rosa y el taxista.
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La esperé una vez más en los bajos de su
casa. Cada mañana la acompañaba a la parada del auto-bus, y sin que los dos nos
diésemos cuenta, hicimos de este paseo una costumbre. Rosa estaba mucho mejor.
Los psicólogos le dijeron que pronto regresaría la pequeña junto a ella y esto
la consoló. De Ramón nada, Rosa mantuvo la boca cerrada en referencia a este
tema. Esta vez creo que algo estaba cambiando en su interior.
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¿Cómo te van los estudios? –Me preguntó en uno de esos recorridos matinales.
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¡Bien, termino en el próximo año! –Le dije, y sentí la voz de Rosa cambiada.
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¡Artista! –Exclamó.
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¡Bueno en realidad es una licenciatura en artes escénicas, pero bueno, si lo
vez de la manera que dices, vale también, sí, artista! –Le contesté con una sonrisa.
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¡Me hubiera gustado acabar los estudios y continuar una carrera! ¡Medicina, por
ejemplo! ¡Una doctora para curar a mi niña! –Y sus ojos comenzaron a
cristalizarse.
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¡Espera! –Detuve la marcha y la miré directamente a los ojos-- ¡No importa que
no hayas estudiado medicina, aún eres joven y puedes comenzar cuando te lo
propongas, lo verdaderamente importante es que tus sentimientos están llenos de
nobleza, y es porque simplemente eres una buena persona Rosa! ¡Tu vida tendrá valor
y será bella si tú, decides que así sea, por encima de cualquier contrariedad!
Levantó su hermoso rostro, y por
vez primera sentí que Rosa me percibía de otra manera, de una manera que nunca
antes lo había hecho. Nos quedamos detenidos en la acera, uno frente al otro
sin saber qué decir o hacer. La ciudad se movía a nuestro alrededor con su
acostumbrado ritmo y Rosa y yo, flotábamos desde nuestro espacio hacia rumbos
inciertos.
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¡Sabes, sabes que, puedes contar conmigo para siempre! ¡Aunque no lo sepas,
desde mi balcón he velado por tu vida, y con la fuerza de mis sentimientos he
deseado, que, que las cosas cambiasen para bien!
Rosa dio dos pasos hacia atrás
y bajó la cabeza. Le estaba hablado como nunca antes lo había hecho, directamente
a su corazón, y no podía por más que mis nervios se negasen, quedarme en el
intento. Estoy muy cerca de confesarle mis sentimientos, de decirle que desde
hace muchos años mi balcón es testigo de mi indiscreción pero también del
sufrimiento que experimentaba al verla padecer.
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¡Rosa, mírame!
Le
dije, pero Rosa no levantó su cabeza.
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¡Siento, siento algo en el……..!
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¡El auto-bus, se va el auto-bus!
Rosa me tomó de la mano y
provocó el movimiento para llegar a la parada en menos que un suspiro.
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¡Tengo que coger el auto-bus porque si no llego tarde!
Alcanzó la puerta del auto-bus lo más rápido que pudo, pero su mano continuaba aferrada a la mía. Poco
me faltó para tomar el mismo auto-bus, pero yo también llegaba tarde a las
clases y el mío iba en otra dirección.
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¡Te quería decir que…….!
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¡Mañana nos vemos!
Rosa me dejó con la palabra
en la boca, pero antes de subir por la escalerilla del auto-bus, su mano, con
pequeñas contracción me dejó bien claro que no deseaba marcharse. En el último
momento sus dedos comprimieron los míos con tanta insistencia, que pensé que
sería arrastrado por toda la calle al ponerse en marcha. Las puertas del
auto-bus se cerraron, y la imagen de Rosa se mantuvo todo el tiempo pegada al
cristal de la ventanilla en busca de la mía. Me quedé en el centro de la calle
contemplando cómo se alejaba. Rosa se fue perdiendo poco a poco, hasta quedar
de ella nada más que un punto en la distancia.
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¡¡Qué hace, quítese del medio!! ¡¡Despierte hombre, a dormir al parque….!!
La voz de un conductor y su claxon,
me regresó a la realidad.
Continuará………………….
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