LA JOVEN ISLA
Cuarta crónica.
__ ¡Hacía allá, del otro
lado de la plaza está la posada! –todas las señoras a coro respondieron.
__ ¡Muchas gracias, son
ustedes muy amables!
Les contesté y sin dar la
espalda continué caminando de esta manera algunos metros más, observando el
rostro de las señoras, que sin ningún pudor continuaron cuchicheando entre
ellas hasta verme desaparecer al final de la estrecha callejuela, pero en este
espacio de tiempo no desaproveché cada gestualidad, la más pequeña de las arrugas de las señoras las grabé en mi memoria. Todo el pueblo de Miritos estaba al corriente que
dentro de sus adoquinadas calles se movía un forastero, y que este forastero con
intenciones nada claras iba camino a la única posada del pueblo, a la famosa
posada de Miritos del Monte. Los antepasados de la posadera desde hace más de
dos generaciones fundaron este acogedor negocio perdido entre los montes de
dicho poblado.
Una posada es el primer contacto para un forastero al llegar a su destino, y en ella ambas partes, propietarios y clientes, se pueden formar una idea de lo que está por venir. Yo sacaría mi primera información nada más contactar con la posadera y ella pondría al corriente a las curiosas señoras de la clase de espécimen que ha llegado al pueblo; aunque por la reserva que hizo la revista, es de suponer que el forastero es la persona esperada, esto sin duda lo deben saber, pero la curiosidad en un entorno bucólico llega a convertirse en un vicio confesable para cada poblador que no sabe muy bien qué hacer en algunas horas del día.
Una posada es el primer contacto para un forastero al llegar a su destino, y en ella ambas partes, propietarios y clientes, se pueden formar una idea de lo que está por venir. Yo sacaría mi primera información nada más contactar con la posadera y ella pondría al corriente a las curiosas señoras de la clase de espécimen que ha llegado al pueblo; aunque por la reserva que hizo la revista, es de suponer que el forastero es la persona esperada, esto sin duda lo deben saber, pero la curiosidad en un entorno bucólico llega a convertirse en un vicio confesable para cada poblador que no sabe muy bien qué hacer en algunas horas del día.
Al final de la calle cortada
se encontraba una edificación de dos plantas que ocupaba la mayor parte del espacio
disponible. Una fachada con grandes travesaños de madera, ventanales de hierro
repujado al estilo toledano, un llamativo pórtico, y dos farolillos mudéjar a
cada lado de la majestuosa puerta principal daban la bienvenida a cualquier
visitante que asomase sus narices por la bocacalle. Una construcción
posiblemente de los siglos dieciséis o diecisiete. Por un momento me vino a la
memoria la cantidad de personas que han podido dormir dentro de estas lánguidas
paredes. No importa que no sean de renombre, aunque digo yo que con tanta historia
alguna personalidad seguramente pernoctó en la casona, pero con toda seguridad lo verdaderamente
significativo son las historias que se han contado entre tantos años diseminados con el tiempo.
Historias que salieron a la luz, o historias que a pesar de los años aún se
mantienen en la sombra. Estas narraciones pueblerinas son las que ando buscando
para conocer la verdad sobre Isla, pero para ello debo conquistar la confianza
de estas personas y desentrañar el argumento hasta llegar al mismo fondo.
La posadera con toda seguridad esperaba
de un momento a otro la llegada de la persona que reservó desde el país vecino
una habitación por tiempo indefinido, y más si se ha pagado tres meses por
adelantado. Mi jefe envió un giro postal cubriendo todos los gastos
necesarios de hospedaje y alimentación, y en estos casos una revista de tirada
nacional e internacional cuenta con solvencia suficiente tanto económica como
de prestigio, que seguramente la posadera no pasó por alto cuando recibió la
solicitud, porque nada más asomar la nariz por el umbral de la puerta, el
escaso personal de la posada se encontraba en fila e impecablemente vestido esperando
la llegada del artista del reino de Umbril. Cuadro empleados en la puerta. La primera, era una señora
vestida con delantal, gorro elevado, y tocado
blanco como el mandil que llevaba; todo el conjunto daba la pista que no podía ser otra que
la cocinera de la posada. El segundo parecía una especie de conserje-camarero-botones,
no lo sé muy bien porque más que vestido parecía que lo habían disfrazado para
la ocasión. Continuaba una mujer ataviada con ropa de doméstica, y a su lado un
joven de unos veintidós o veinticinco años con gabardina y cara de pocos
amigos. Este era el selecto personal de la posada de Miritos junto con su
posadera, que saludaron con una inclinación profunda al artista, que no era
otro que este humilde periodista. Nada más poner los dos pies dentro, la posadera comenzó con su alocución.
__ ¡Buenos días tenga el
caballero del reino de Umbril, mi nombre es Rusoniabrilcunosona, solamente de
nombre, porque si le deletreo los apellidos, se quedaría dormido donde ahora está parado
caballero, y por esta razón la mayoría, exceptuando algún indolente mal nacido
de estos montes, me nombran como Doña Rubricona, para servirle a usted y a su
periódico caballero!
__ ¡Revista Doña Rubricona,
revista!
__ ¿Una revista, y qué
es eso caballero de Umbril?
__ ¡Qué le puedo decir
Doña Rubricona, es…….es un magacín, publicación, un semanario bastante
importante en mi país y en los periféricos! ¿Usted no ha tenido un ejemplar en
sus manos “De Providence” Doña Rubricona?
__ ¡No lo sé caballero,
es que leo tantas cosas, yo leo demasiado para recordarme de los títulos de los
libros, porque son muchos, y por cierto, la reserva está a nombre del periódico
y………!
__ ¡Revista, revista!
__ ¡Sí, sí, sí
caballero, la revista-libro, sí, sí, sí, pero no me ha dicho su nombre!
__ ¡Con mucho gusto se
lo doy, mi nombre, me llamo Floridano, Floridano Espronceda!
__ ¿Floridano? –preguntó
con curiosidad la posadera y miró al resto de los empleados.
__ ¡Sí, Floridano! –le contesté.
__ ¿Y Espron………qué?
__ ¡Espronceda! –le contesté
con una pizca de rabia.
__ ¡Tiene usted
caballero nombre y apellido algo.......raro para trabajar en un periódico! –me contestó
con su simplona lógica.
__ ¡Revista doña
Rubricona, revista, y mi nombre es común en el reino de Umbril, allí demasiados se
nombran como yo, y mi apellido es de los más normalitos doña!
__ ¡Eso lo dirá usted,
pero yo conozco un pariente que vive en Umbril y no se llama, y mucho menos se
apellida como usted caballero! ¡En ese país los hombres se hacen llamar Tomás, Pedro, Juan,
Santiago, Simón, Andrés,…………!
__ ¡Y los demás
apóstoles señora Rusoniabrilcunosona!
__ ¿Qué fue lo que dijo
caballero?
__ ¡Nada más que su
nombre doña…….!
__ ¡Esta es la llave de
su habitación, y espero que la pase a gusto caballero!
__ ¡Gracias, creo que
nos entenderemos muy bien usted y yo!
__ ¡Así lo creo
caballero!
Y cuando estaba en disposición
de seguir al joven de la gabardina que me indicaría el camino para llegar a mi
habitación, por la puerta principal se hizo la luz. La primera impresión fue
una silueta de mujer que me nubló el sentido, y a continuación la realidad, la
más bella y pura realidad penetró hasta la profundidad de mi cerebro y perdí la
noción del tiempo. ¡Un ángel! ¿Un ángel de extraño nombre quizás? ¡Un ángel de
los que no habitan por el reino de Umbril y que pernoctan por estos perdidos
montes de Miritos! No lo sé, pero no me moví del lugar hasta poner nuevamente
los pies en la posada.
__ ¡Caballero
Espronsonio le presento a mi hija Isla! --y sin más se giró hacia la joven y le
dijo-- ¡Hija este es el caballero artista del periódico de Umbril!
Continuará………………….
fotos: ara.
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