"CONFESIONES DESDE EL TÁLAMO"


                                            


                                                            -- 12 –

                Este preciso día fue eterno. Antes de alcanzar la noche mi cuerpo daba vueltas alrededor del balcón esperando alguna reacción por parte de Rosa. Nada más terminar con mis obligaciones me planté desde mi posición esperando tener algún contacto, pero nada. Llegó la noche y el balcón de Rosa continuó cerrado. No me quedó más remedio que esperar la llegada de la mañana para encontrarme con ella camino a la parada de auto-bus. Está de más decir que desde mi cama las horas parecían estar detenidas. No pude pegar un ojo pensando en el encuentro matinal, en cómo le declararía mi amor, en volverle a decir que podía contar conmigo para lo que quisiese, que en mí había un amigo, que era la mujer más hermosa en todo el barrio, que a su hija la quería como si fuese mía, que su balcón y por consiguiente su habitación, trasmitían luz para mi corazón, y por último para terminar le expresaría, si mis nervios, mi lengua, o el instante no me importunaba antes de llegar a la parada, que desde hace algún tiempo no hago nada más que pensar en ella, que es el centro de mi vida; esta vez no pensaba fallar, y me lanzaría de cabeza aunque el asfalto me lo impidiese.
                Estos fueron mis pensamientos, este fue mi plan, pero como la mayoría de las cosas que se planean antes de que ocurran en la realidad, se quedaron rondando sin explicación dentro de mi cabeza, y no porque yo no pudiese articular palabra al encontrarme con Rosa en la mañana, no, fue simple y sencillamente porque esa precisa mañana a la hora acostumbrada Rosa no salió de su casa para tomar el auto-bus. Esa mañana, justamente esa mañana, Rosa se marchó de su casa mucho más temprano que de costumbre porque fue a la cárcel. Rosa fue a visitar a Ramón. En contra de todos los pronósticos Rosa encaminó sus pasos a la penitenciaría para encontrarse con el taxista. Por supuesto ese día no lo supe, y nuevamente el balcón de Rosa no se abrió, pero a la mañana siguiente, Rosa a la hora acostumbrada abrió la puerta de su casa y yo estaba en la acera como un pelele esperándola.
__ ¿Te ha pasado algo Rosa?
                Los servicios sociales le exigieron a Rosa que no faltase ni a un solo encuentro con su hija porque este comportamiento podía afectar en el resultado final a la hora de tomar un veredicto a su favor. En pocas palabras, dependía de su conducta que le entregasen o no a la niña, y por esta razón no debía eludir estos marcados encuentros.
__ ¡Fui a visitar a Ramón, necesitaba verlo!
                Esta frase, estas escuetas palabras me destruyeron por dentro y por fuera. Sentí como mi cuerpo se desmoronaba hasta sentirme menos que nada.
__ ¡Salí antes de casa y me pasé el día en la cárcel!
                No escuché nada más. Al parecer caminé, al parecer llegué a la parada, y al parecer me monté en mi auto-bus, porque cuando desperté me encontraba cerca de la universidad. Todo el recorrido que hice con Rosa hasta la parada de auto-bus no lo guardé en mí memoria. No puedo afirmar que hayamos hablado porque ese día Rosa dejó de ser parte de mi vida. Entre ella y yo un interminable muro se levantó. 

               

Continuará………………….
fOTOS: ara

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