"CONFESIONES DESDE EL TÁLAMO"
CUALQUIER DÍA EN LA VIDA DE ALEJANDRO
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Dos manzanas más abajo
recapacitó, y volvió al comienzo, a su calle. --¡Tendré una mayor pérdida si tomo el auto, no quiero saber nada de
este lugar!-- Y dicho y hecho, Alejandro abrió la puerta de su auto, se
sentó, lo puso en marcha, y partió sin rumbo conocido, con la intención de
alejar cualquier pensamiento relacionado con su mujer; pero el pobre hombre no
pudo, conducía con su mente embotada por las sensaciones vividas hace unos
instantes. La imagen desnuda de Diana en la cama junto al mal nacido de su
amigo Federico no se le borraba ni por una milésima de segundo de la cabeza. Conducía,
miraba al frente, a la carretera, pero su esencia, todo su ser, se hallaba en
la habitación, en el cuarto matrimonial donde sorprendió a su mujer junto al
que consideraba su mejor amigo.
Sin ningún sentido dobló hacia la
izquierda, tomó la primera rotonda, y en el primer desvío que se encontró a su
paso se introdujo en la autovía. El horario punta el cual la mayoría de los
autos circulan por la carretera había pasado, por lo tanto, Alejandro, se podía
decir que estaba prácticamente solo; pero no, dentro de su cabeza seguían martillando
las infinitas imágenes de su mujer con Federico.
Llevaban casados muchos años,
los suficientes para afirmar que su relación se encontraba consolidada en la
mayoría de los sentidos, menos en uno, en uno el cual Alejandro le concedía
demasiada importancia; en todos estos años de casados no habían tenido hijos, y
no por intentarlo. Diana deseaba esperar algo más, que estuviesen cada una de
las condiciones materiales, que su cuerpo se hallase dispuesto a enfrentar la
maternidad, que la juventud, que la casa, que el auto, que esto, que lo otro. --¡Mentirá, nada más que mentiras, me ha
mentido desde el principio al fin! ¡Cómo es que no me he dado cuenta desde
antes, ella nunca quiso tener hijos conmigo, y con sus artimañas me convenció
para que desistiese, que aún teníamos tiempo y que debíamos disfrutarnos el uno
al otro, ¡sí, como no!, y también regocijarse con el amigo del marido! ¡En mala
hora metí a Federico en la casa!-- Los recuerdos, las vivencias, el mismísimo
pasado llegó al presente y se posesionó en cada uno de los sentidos del
desencajado Alejandro, y lo que vieron sus ojos ya no fue la carretera, sino la
figura de Diana, la mujer que ha amado en cada uno de los momentos de su
existencia; la que ha querido, y la que continua adorando a pesar de lo
sucedido.
__ ¿En qué he fallado………………, en qué,
no soy capaz de encontrarle una razón lógica? ¡Seguramente es mi culpa, pero
hasta el momento en que la sorprendí en la cama con Federico, nuestra relación
marchaba genial, sin problemas, sin discusiones, ella me daba el cariño que yo
necesitaba y yo le correspondía de igual manera; en realidad no, ahora que lo pienso
mejor, yo siempre he estado encima de ella para que no le faltase de nada, y no
hablo de las cosas materiales, ¡no!........., qué también la complací en cada
uno de sus capricho, le concedía lo que desease; me refiero al plano
espiritual, al de las emociones, al de las sensaciones, donde guardamos los más
preciados sentimientos…………..! ¡Yo le he dado más de lo que ella me ha podido ofrecer,
y hasta este instante no me había dado cuenta! ¿Pero por qué, por qué me has
engañado de esta manera tan cruel, en mi casa, en nuestra cama, y con mi mejor
amigo? ¡No, no es justo ni honesto……..! ¡Y lo más terrible, ahora que mis ojos
han visto lo suficiente, se me ocurre pensar que esta no ha sido la primera
vez, seguramente han habido otras, muchas, más, demasiados encuentros mientras
yo me hallaba de viaje! ¿Por qué Diana, porqué me has hecho esto? ¡No me lo merezco………!
¡Me estrujo el cerebro pensando en que he fallado y no logro encontrar un
motivo que justifique tu traición! ¿Cómo te has podido reír en mi cara, cómo? La
noche antes de partir, ¡sí!.........., la pasada, hicimos el amor, lo hicimos
con intensidad y entrega, por mi parte más de los normal, por la tuya, en estos
momentos lo estoy dudando; pero tu cara, tus gestos, tu piel excitada, y hasta
tu voz, gemían en cada segundo que mis manos y mis impulsos recorrían tu
cuerpo, ¡Diana, hasta lloraste cuando tuviste el orgasmo!, o,……… es que acaso me
mentiste, y no llegaste al orgasmo, ¡no!,……..¡no quiero pensarlo ni por un
momento mi amor, ¡sí, mi amor!, porque sigues siento mi amor aunque me duela el
pecho, el corazón, el alma, los huesos, y hasta la sangre, ¡estoy perdido sin ti
mi amor, me has elevado al infinito y en nada, en un parpadear, me has dejado
caer hasta el mismísimo infierno……….! ¡Tu cuerpo encima del mío, implorando que
no llegase la mañana para que no fuese a trabajar, porque me marcharía por dos
o tres días a otra provincia y no podría tenerme entre sus brazos y sus
piernas! ¿Cómo puedes mentir de esta manera, mentir con las palabras y más
terrible aún, mentir con cada una de las parte de tu cuerpo que me expresaban
que yo soy el único hombre de su vida, que no hay otro, y que nunca más lo habrá?
¿Pero en qué he fallado,……..en qué Diana?
Y su voz interior se acalló, cesó,
sus reminiscencias pasadas y presentes se borraron, desaparecieron de su
espacio como arte de magia. Él no llegó a saberlo, Alejandro estaba ajeno a la
realidad cuando sucedió lo inevitable. Su auto, dejó la blanca línea dibujada
sobre el asfalto y se empotró contra la mediana, y como experto especialista de
cine, voló por los aires, continuó su recorrido más de setenta metros dando
volteretas, como un pájaro en pleno vuelo; se remontó a favor del viento, hasta
caer en el barranco más próximo. ¡El viaje de Alejandro había terminada!
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