“LOS LÍMITES DEL TIEMPO”
A mí nadie me advirtió que
después de un premeditado tiempo lo andado hay que desandarlo, y estoy aquí, atrapado
en medio de esta encrucijada sin saber hacia dónde tomar. A veces me vienen
pensamientos que me incitan a la partida, y la sangre me vuelve al cuerpo y salto
y salto, y corro y corro intentando desbocarme como lozano caballo que no
admite jinete; pero la altanera valla que aparece en mis realidades me lo
impide, aunque he de decir, que en más de una ocasión la he rebasado cayendo
del otro lado a cuatro patas como el soñador equino antes mencionado.
En otras oportunidades, que
con el maldito y avizor tiempo van siendo las más, intento continuar por el
sendero trazado y me agoto y agoto, y deliro y deliro, y comienzo a girar en
torno a mí como el perseverante perro que no renuncia a morderse de una vez y
por todas la cola; aunque he de decir también, que en más de una oportunidad he
dado con mi cola y en francachela con ella termino acariciándola como en los
viejos tiempos.
¡Así es, y no lo puedo evitar!
Estoy siendo golpeado en el cuerpo injustamente por los aniversarios y de algún
modo tendré que ponerle remedio. Es más, dentro de una semana, lo voy a vaticinar,
los días del mes irán en aumento, y yo estaré, desde la noche anterior,
esperando el amanecer para encender la lumbre y atiborrarme de recuerdos. Y
alguna panceta también.
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