DE AMORES
A mi amor:
Hoy, catorce de febrero, nos
conocimos, de eso hace ya casi veinte años, siendo escrupuloso, hacemos dieciocho.
Un tango de Gardel asevera que veinte años no son nada, y yo lo ratifico, aunque
a tu lado el tiempo se ha movido cual veleta al viento. Los años ni por un
segundo han estado en reposo, los mismos esquivaron tormentas de calmas y serenaron
interminables ardores, y a pesar de ello, no hemos dejado de amarnos; un día sí
y dos también, y yo no sabría qué hacer si no fuese así. He de amarte
infinitamente, en todos los sentidos y con todas mis memorias antes que me haga
mayor, y es que estoy llegando, voy por ese camino donde la mayoría de las
cosas se vuelven difusas y los amores se hacen apacibles. ¿Azar o inquebrantable
destino fue nuestro encuentro? La una o el otro, o los dos al unísono, hasta
ahora no me había sentado a meditarlo, y creo que me da lo mismo su simbolismo,
porque continuamos adyacentes, uno al lado del otro como los inseparables dedos
de una misma mano. Y después de tantos vestigios, de infinitas y agotadoras
entregas, aún sigo intacto, exceptuando las cantidades de afectos transmitidos
que han dejado de ser míos, para ahora pertenecer al común de los silencios, a
esa inquebrantable quietud que hemos blindado en estos casi veinte años. Puede
que el amor sea efímero, inseguro por momentos y circunstancias, pero el
nuestro vida mía, se halla a prueba de artefactos balísticos, de imprevistos
temporales, y de malintencionados pensamientos. Y es que sin darnos cuenta nos
hemos ido alimentando el uno del otro, y ahora estamos aquí, sin saber con certeza
quién es quién.
Te amo.
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