LA MISMA nada

                 



                 He vuelto de la nada misma experimentando un sentimiento de desilusión absoluta, ¡perdón!, rectifico, con la impresión de haber ejecutado sobre mi persona una estafa en toda regla, y para “nada” estoy exagerando porque la tan manida “nada” se halla repleta de elementos aglutinadores y suficientes para dejar de catalogarla como “nada” y mucho menos de ella misma. Mis conclusiones son firmes: Nos han deslumbrado desde la invención del papel con referencias falsas de un hecho inexistente solapado en dos palabras, ¡nada misma! (el artículo “La” me lo reservo por una cuestión de respeto para con él mismo) La primera referencia a la “nada misma” fue un fraude, y lo testifico teniendo conocimiento de causa. Se afirmó en sobradas ocasiones que al penetrar más allá de lo establecido y profundizar por encima del infinito espacio nos estaría esperando con sobrada ilusión la “misma nada”, y no es así, porque la señora “nada” no se halla del otro lado, la señora nada está aquí, de este lado, junto a nosotros, para recordarnos que “nada” no hay más que una, y que “misma” es un eufemismo del todo por el todo. Lo dicho, ¡que “nada”! Sin profundizar en elementos filosóficos al abrir los ojos cada mañana puede que nos hallemos en la “misma nada” o para ser imparcial en la “nada misma”. Es el precio que se paga por estar vivo. Desde la “nada misma” les puedo atestiguar, jurar, y perjurar, que hay vida e inteligencia por encima del establecido matiz, y que la “misma nada” no es otra cosa que el devenir de los días en uno mismo.

   

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