" EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA" capítulo XXII

En muchas ocasiones me imagino que el tiempo se detuvo en una esquina de mi estrecha calle adoquinada y me veo en ella como en un sueño, y no quiero despertar. Camino lentamente desde el comienzo de la calle y con la mano en la pared voy descubriendo cada grieta que en el pasado me fue indiferente. Ahora creo que no fui lo suficientemente curiosa para no dejar que los pequeños instantes se me escaparan de la memoria, y entonces me lamento. Es el único miedo que tengo, que con estos años, en algún momento pierda los recuerdos, y no quiero pensar que esto pueda suceder. Entonces creo que esta es la mejor forma que he encontrado para retener el pasado y no abandonarlo al olvido, dejar todos mis años en un papel.
Regresar a los juegos, pero a los que por algún motivo no estuvieron en mis primeros años de vida. Viajar a los olores que no disfruté porque los tenía en cada minuto de mi existencia, y con el roce continuo se me hacían algo vulgares. Contemplar el viaje de la luz desde mi ventana hasta el final del patio de casa, y comprender, que en su recorrido muchas cosas cambiaban en el mundo. Sentir el frió, el calor, y saber que en cada proceso algunas lágrimas se perdieron en la indolencia. Ver en los ojos lo que no me dijeron las palabras, y encontrar la respuesta para calmar el dolor. Fue lo que me faltó, entrar en mi tiempo, y dejar los días para el futuro. Viví de prisa buscando en todo momento resultados para complacer el que dirán, y al final me fue imposible; pero de alguna forma son los errores los que han hecho que aún esté viva.     

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