"EL ELEGIDO"
PUBLICACIÓN: (Siete)
Agitaba las manos a
diestra y siniestra en sus discursos. Daba la impresión de atrapar moscas al
vuelo. El tiempo siguió amontonándose a sus espaldas, y las horas se hacían
largas y pesadas al final de cada día; pero él continuaba murmurando palabras
ininteligibles, que por demás estaban gastadas de tanta repetición. A su modo
de ver las cosas, la reiteración producía una apariencia de letargo placentero,
donde las palabras escuchadas se transformaban en pequeñas campanitas
tintineantes, y su sonido se convertía en verdades absolutas. El Elegido no estaba
satisfecho, deseaba más; pero desde su mundo interior esta verdad no era tal
verdad.
Un buen día, rompiendo con su
cotidiana costumbre se paró sobre su anquilosada conciencia y se dijo --¡Para
qué esperar la llegada de la verdad, mejor será provocarla, así encontraré la
claridad! – se lo repetía una y otra vez, hasta el convencimiento. Necesitaba
la verdad fuera de esquematismos absurdos e ingenuos. La necesitaba para
justificar la incomprensión de los mortales que son todos unos descreídos. Fue cuando
se iluminó y vio la luz. Él era la verdad, la única y absoluta verdad
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