¿CÓMO PODEMOS TENER CONFIANZA EN NOSOTROS MISMOS?

                                                      EL OCASO
                                                  (Capítulo final)
                                                      --siete--
                Por más que nos empeñemos necesitamos de un final o al menos de una cierta conclusión para estar en paz con nosotros mismos y nuestro entorno. No sé si será ley de vida o no, pero al menos es un hecho evidente en cierta etapa de nuestras vidas para cerrar el círculo y quedarnos satisfechos de lo hasta ahora experimentado. Hoy, mañana, o dentro de un par de años, pero debemos finiquitar el presente, y a partir de entonces, volveremos a tener, nos llegará nuevamente la visión.
                 Y en esa etapa me encuentro, en esa linde que me invita a una exquisita locura justo al borde de todos los sentidos, con la precisión de un medidor del tiempo, de un experto relojero que moldea cada centésima porque sus horas han culminado. Naturalmente que no es fácil, y les quiero confesar que llevo algunos años en este impasse que no conduce a nada, sencillamente a vegetar con un primitivo instinto de supervivencia, pero no es eso lo que necesito, no es eso lo que necesitamos, ¡no!, no lo es, hay vida más allá de la cruda existencia, y no podemos permitirnos desaprovecharla por un simple sentimiento, un sentimiento que nos ata las manos y nos cercena el cerebro.
                 A ese sentimiento le llaman “miedo”, y el mismo nos conduce a una desconfianza tal, que al mirarnos en el espejo, reparamos en lo que deseamos ver por “miedo” a una réplica del ser que percibimos del otro lado, el reflejado; y no está bien. Y es cuando llegan las condolencias, los lamentos, las súplicas, los reproches, las dudas, y todo el séquito que guardamos en nuestro interior y solamente dejamos escapar cuando la cosa se pone del color de la noche. Hay que ser implacables para distanciarnos de los “miedos” que nosotros mismos generamos en una única etapa, en la etapa que denominamos “vida”. La dicha no es palpable en esa “vida” concreta, porque si lo fuese, nuestro sistema de defensa actuaría de otra manera, y no inhibiendo el subconsciente.
                Tener confianza en nosotros mismos es nuestro futuro, nuestra mejor carta de presentación y de permanencia para tomar las decisiones precisas y necesarias cuando nos violentan la moral y el ánimo.
                 Cófrades supervivientes, hoy rezaré a mis dioses internos, y prometo ante el espejo, que desde ya, desde ahora, le pondré límite al “final”, no dejaré que continúe alargando la agonía y me convenza de lo contrario. Expulsaré de mi cuerpo esos pueriles pecados que hasta ahora me han mantenido atado a una cruz, y los trocaré por los envilecidos pecados que me restringe el presente, y si “yo” quiero, de la noche a la mañana seré otro. No tendré parangón conmigo mismo. Naceré sin esencia, sin pasado, sin reglas ni métricas, con las bondades al viento para que no me tachen de imprevisible.
                 Hoy soy “yo”, mañana, lo verán, porque al pasar por vuestro lado no dejaran de mirarme, y se preguntarán, con la seguridad de los todopoderosos lógicos, que “este”, el que están viendo, no es más que un infeliz loco, un desquiciado más que ha perdido el único sentido que le quedaba.
                 Y entonces, sólo entonces, podré afirmar, que he vuelto a tener confianza en mí, y que gracias a vosotros, me he podido liberar del presente.
                 Espero, que estos siete capítulos, en algo, les hayan servido. Y les prometo que podrán notar sus efectos, si deciden ponerse en marcha. Gracias una vez más.           
fotos: Mandy Bluee.


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