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Mostrando entradas de abril, 2015

LOBO-TOMÍA

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                                  No sé muy bien qué hacer con lo poco que me ha quedado intacto. En estos precisos instantes no es mucho pero al menos da para un consuelo. El azar, algunos lúgubres caminos y mis intensas  pasiones han terminado por agotar las reservas de estremecimientos. Esas piadosas mentiras que me han acompañado a lo ancho de mis embarazosos tropiezos. Ahora me encuentro aquí varado como un navío sin mar como un amante sin verso que no halla la certera métrica para adormecer los sentidos. Y es cuando se me empañan las horas porque el día se arrastra para que no lo vea marchar detrás de la luna. De esa engreída que cada mes derrama sobre mí su savia y no me deja otra opción que mirar al cielo y aullar.   

AUSENCIA DE…….

                                Se me ha fragmentado el alma y supongo que esta vez no lograré componerla. La tengo deshecha, dinamitada de la peor manera en que se puede dinamitar una exhausta alma. Injustamente mi alma, ha sido anegada de galimatías y desventuradas expresiones sumergida en un nefasto laberinto. Transformándola en un andrajo que se consume en cualquier primaveral atardecer.  Desde ahora he dejado de portar un alma, no la tengo, me he quedado sin ella, y no sé muy bien qué voy hacer a partir de este instante cuando me mire al espejo y no la divise. No seré más que un atemporal ser. Desde hace unos días mi alma, pero también mi vida, mis esperanzas, y mi licuada sangre, se han esfumado incomprensiblemente. Y no seré yo el que remedie estos males, porque tan sólo cuento, con un sólo gemido.

"LOS AMANTES DEL 26"

                                                                           --5--                  Magdalena la besó, besó la cabeza de su amado Federico con una intensidad que podríamos aclamar como sobrenatural, como nunca antes ningún ser besó cabeza humana cercenada de su cuerpo. Los labios de ella se fundieron a los de él sin premura, conquistando cada paraje de su desértica geografía y de su ambarina piel. Y esos mismos labios, los de Magdalena, por mucho que permanecieron besando, no hicieron el menor esfuerzo por separarse, deseaban recuperar en un eterno segundo el dilatado tiempo en el que no estuvieron unidos. Las deshechas bocas, una de pasión y la otra por intervención del pecaminoso “destino”, superaron con creces a los besos dados en aquellos filmes americanos de los años veinte. Posiblemente una diferencia los distanciaba; el decorado de la película que estaba viviendo Magdalena y su amada cabeza, era cruelmente real.                  El cabello de Magdalena fl