"UNA SONRISA ENEMIGA"

       Me despertó en medio de la noche un grito horrible que se escapó de mi garganta. El sudor me invadía el cuerpo en todas direcciones. Hacía varias madrugadas que despertaba de una forma violenta. Una pesadilla desagradable me viene rondando desde hace algún tiempo. Normalmente mi sueño era reposado y tranquilo; incluso el calor, no es motivo para despertarme tan bruscamente. Siempre buscaba el acomodo en la cama, y dando vueltas de un lado a otro lograba al final conciliar el sueño toda la noche.
       Estos desvelos nocturnos se convirtieron en una preocupación.A estas alturas ya no tenía control sobre mí. Las veces que soñaba, o me invadía una pesadilla, no pasaba de las primeras horas de la mañana; en muchas ocasiones, incluso, no recordaba nada al levantarme. Pero esta madrugada no fue solamente el temor a la oscuridad, ni al grito ahogado que escapó de mis labios; sentí algo extraño en mí, como una molestia en la cara. Era como el rubor que aflora a la piel cuando logramos conquistar a la persona amada, o todo lo contrario; cuando nos rechazan y recibimos una bofetada como premio a nuestra valentía.
       La primera reacción, después de frotarme los ojos, fue llegar hasta el espejo del baño, pero por un momento dudé, no sabía si contemplarme fríamente, o poner las manos sobre el rostro, para ir abriendo lentamente los dedos hasta dejar mi cara el descubierto. ¡No, debía enfrentarme a la realidad! Posiblemente no sería más que una sugestión de mi parte por mi estado de vigilia, y lo que necesitaba era dormir.
       "¡No! ¡Qué horror! ¡No, mi cara estaba cubierta por protuberancias grisáceas con pequeños puntos blancos, que formaban una curiosa comunidad de diminutos volcanes!"
       No encontraba una explicación, hacía mucho que había pasado la edad de la pubertad, y nunca tuve síntomas de acné juvenil, todo lo contrario. En mi etapa de estudiante fui el primer premio, durante varios años, de todo el instituto, el mejor cutis del curso. Cada año recibía de manos del director, y delante de todos los estudiantes y sus familiares, el trofeo, "mister cutis. " El premio consistía en un hermoso jabón a tamaño natural, y bañado con una capa de oro; por supuesto, todo sobre un hermoso pedestal. Cuando regresaba con el trofeo, los envidiosos de mi curso comentaban: "¡Mira a culo de bebé, que se cree!".Siempre pasa cuando logramos algo en la vida.
       Sin pensarlo dos veces, tomé una resolución. Antes de maltratarme el rostro exprimiendo cada grano, debía ver a un médico; era la solución más lógica, y por supuesto, científica. Debía encontrar la forma de llegar al hospital, sin poner la cara al descubierto; porque en este estado no podía permitir que me reconocieran en la calle. ¡Digame usted, si por casualidad algún estudiante de mi época me reconoce! Seguramente llegarían las burlas: "¡Mira, ahí va culo de bebé, parece que se cagó!"¡No, eso sería mi hundimiento, la pérdida de mi trofeo!
       Por esta razón, sin pensarlo una vez más, tomé la funda de mi almohada y me la enredé por toda la cabeza, dejando solamente al descubierto los ojos. Para completar, me puse unas gafas de sol, por si alguna pústula de forma casual, se dejaba ver. No se que efecto habré dejado en los pocos transeúntes, que se me quedaban mirando al pasar. Posiblemente me confundieron con un turista de los países árabes.
       Al llegar al hospital el asistente de mi médico, un joven interesado por la medicina, que en realidad, más que asistente, era un recadero, me llevo por el pasillo hasta una puerta pequeña, y me dijo que esperara un momento. Mi médico no tardó. Pasé a la consulta y me hizo acostarme en una cama de metal muy fría, para hacerme un diagnóstico detallado. Colocándome una lámpara en el centro de la cara, comenzó el reconocimiento. Según mi médico, los folículos eran sólidos y no grasosos. La parte blanca, es decir, la cima de los folículos era compacta y con una especie de capa de esmalte. Nunca antes había tenido en sus manos un caso como el de mi cara. Mi amigo el médico tomó el teléfono y llamó a un colega; en pocos minutos el consultorio se convirtió en un aula de estudio, donde yo era el conejillo de indias.
       Según el doctor González, dermatólogo reconocido y premiado internacionalmente, por sus injertos de piel animal en seres humanos; "la dolencia es ocasionada por un flujo y reflujo de los excrementos en el intestino, lo cual produce una especie de obstrucción en la piel, por no producir una defecación completa y de forma blanda ". Enseguida saltó, pidiendo la palabra el conocido neurocirujano Fernández: "Creo que no van por el camino correcto, ésta lesión, va mucho más allá de la epidermis; el órgano que la genera, aunque mi colega el doctor González se haya referido anteriormente a la vía digestiva es el cerebro, y la va ramificando por los nervios del rostro. Estoy seguro más que seguro que es una neuritis producida por un esfuerzo violento, tanto físico como psíquico."
       Aquí no se pudo contener el eminente psíquiatra Ramírez, y tomó la palabra: "¡Todo fenómeno, es producido por un agente interno, que bien pudiera ser una neurosis-psíquica, pero no quiero hacer conclusiones apresuradas, pero de lo que sí estoy seguro, es que la produce su invención; si hay algo enfermo, sólo son los pensamientos de este señor! ¡Hay que extirpar de su mente toda idea enfermiza y contraria a la naturaleza humana!¡ He dicho, señores!"
        El asistente de mi médico, hacía un buen rato que me estaba escudriñando desde la distancia. Mientras que los científicos buscaban la forma de ponerse de acuerdo, el joven fue hasta la mesa y una mueca en su rostro me puso en alerta: "¡Señores, hay que llamar a un estomatólogo, esto que le está saliendo a este señor no son más que dientes!" Fue lo último que escuche de la conversación, en ese instante entré en un estado de coma.
       Por lo que me dijo mi médico más tarde, estuve algo más de cuatro horas inconsciente. Ahora los científicos rodeaban la cama atentos a mi cara. En mi estado de letargo, noté que entre ellos se encontraba una hermosa mujer que me observaba con mucho interés: ¿Cómo se siente?, me preguntó. En realidad me encontraba bien, excepto que tenía un hambre atroz; hacía muchas horas que no ingería alimentos, tenía el estómago estragado.
       La joven doctora se dedicaba al estudio de las enfermedades bucales, y mi caso era único y de gran interés para sus investigaciones, aunque lo que iba a investigar no era precisamente la boca, sino mi cara.
       Al que no vi más fue al chico después de su observación. Cuando regresé del coma, había desaparecido.
       Le rogué a mi médico que permaneciera a mi lado como un padre, y que me trajera un espejo para verme. Efectivamente, toda la piel de mi cara estaba cubierta por pequeños dientes, que al llegar al hospital no existían. Se me ocurrió pensar, que si en menos de un día estaba así, qué sería de mi cara al sumar varios más. Sería con toda razón un cara-dura, o un des-carado. Una persona sin cara o con una cara algo especial.
       La doctora comentó, que mis dientes reales, los que estaban dentro de la boca, comenzaban a debilitarse, para fortalecerse los externos. Ella afirmaba que mis dientes perlados estaban sufriendo una transformación irreal para los anales de la ciencia. En los libros consultados, esta "enfermedad", por llamarla de algún modo, no se conocía. Mis dientes reales estaban creciendo para dentro, para continuar en la piel de mi cara. Por algún cambio de mi metabolismo, los dientes continuaban creciendo a partir de la raíz, pero en un proceso reversible; en vez de crecer la propia raíz del diente real, lo que crecía era un diente, pero con una variante. El final de mi diente, el de mi boca, no era diente; es decir, era un diente, pero con una variante. Para que entiendan mejor: "del final del diente(el real), en el mismo lugar donde termina, continuaba un diente que afloraba en mi piel, un diente gracioso y deforme. Este diente al parecer no era real, era un diente con una variante. Era la variante de un diente real, que nacía a partir de una raíz real, y se transformaba en un diente-variante irreal."
       No comprendí nada. Lo único que llegué a entender, que había dejado de ser un humano para ser una variante.
       Solamente me quedaba, esperar. Cuando pasaron varias horas más, mi cuerpo no me pertenecía. Fui trasladado al "CIETOD", centro de investigaciones para enfermedades tropicales de origen dudoso. Este nombre me daba mala espina, pero logré que mi amigo el médico, permaneciera a mi lado. Los científicos seguían con las investigaciones y con las pruebas. Entre los experimentos, los científicos se habían olvidado de alimentarme. Uno de los científicos me inyectó un líquido azul en vena, y en pocos segundos me perdí en la nada. La mente fue entrando lentamente en un mundo abstracto. Grandes masas deforme de color rojo, se acercaban a los pies y retrocedían. Luego regresaban aún mayores y con un color más penetrante que la primera vez. Esto se repitió de forma seguida. Llegó hasta un tamaño gigantesco y con un color parecido a la sangre.
       No sé qué tiempo estuve dormido esta vez, pero al despertar, estaba en el centro de un salón inmenso y con las manos y los pies atados por correas. Mis ojos comenzaron a buscar a mi amigo, pero había desaparecido. Una multitud de personas me observaban detrás de un cristal. Un rabia comenzó a subirme por todo el cuerpo, y grite: "¡¡Tengo hambre, quiero comida!! Desde el cristal todos dieron un paso atrás. Por un altavoz, González, el científico premiado, trataba de calmarme: "¡Relájate, te estamos alimentando por vena, tu caso es investigado para el bien del país y de la ciencia! ¡No te alteres, tienes las proteínas, los minerales, y el hierro necesario para tu organismo! ¡No necesitas más! ¡Estás condenado a morir y tu cuerpo será para experimentar!"
       ¡A la mierda, soy un objeto de la ciencia! ¿Un ser de carne y hueso, o un compuesto químico presto a salir en venta.?
       ¡Calma! Tengo que estar en calma para analizar lo que está pasando. Muy despacio levanté la cabeza para hacer un examen preciso de dónde me encontraba acostado. ¡Mi cuerpo estaba completamente desnudo y cubierto por dientes, aún mayores que los de mi cara; no quedaba una zona de piel libre de dientes. Era una dentadura en la extensión de la palabra. ¿Qué fue lo que sucedió para sufrir este cambio? Mis brazos estaban cubiertos por filosos colmillos de disímiles tamaños. Las piernas eran incisivos horrendos, el tórax y la pelvis estaban compuestos por molares monstruosos. De mi pasado órgano genital, brotaba un ridículo diente de leche. El pánico llegó al máximo, cuando pensé en la cabeza. ¿Qué habrá sido de ella, en qué se transformó mi hermosa cabeza? ¡En una muela del juicio! ¡Qué ironía!
       Tenía que encontrar la forma de escapar de este suplicio, si continuaba un tiempo más, me podía convertir en un gigantesco diente esmaltado e inmóvil; sin pensamiento y sin voluntad para decidir.Tomé la determinación de huir.
       En las largar horas que transcurrieron, ocurrió otro incidente en contra de mi vida. La aguja que me pasaban por vena, se partió, producto del nacimiento de otro diente en ese mismo lugar. Ya no podía ser alimentado por medio de sueros, si es que en realidad me estaban alimentando. La boca no existía, en lugar del orificio bucal, se encontraba un imponente diente. Seguramente estos científicos de pacotillas, han acelerado el proceso con sus experimentos. ¡Quién sabe si desde mi niñez, son ellos los causantes de mi trastorno! ¡No quedaba tiempo para la reflexión, debía actuar lo antes posible.
       Con la llegada de la madrugada, al parecer, porque todos los científicos habían desaparecidos. Debía poner mi plan en marcha. Primero debía liberarme de las correas que aguantaban mis brazos y mis piernas; pero qué digo, mis colmillos y mis incisivos. No me costó mucho trabajo, la solidez de mis brazos-colmillos y de mis piernas-incisivas, fueron suficientes para quebrar las correas. El problema llegó al intentar levantarme, ya no tenía la flexibilidad de antes, ahora era una mole. Me dejé caer de las cama y al chocar con el suelo no sentí dolor alguno, sólo un escalofrío, como el que se siente al arañar una pizarra. El segundo paso, encontrar la salida de esa horrible pecera. Por la abertura que utilizaban los científicos para sacar y meter los instrumentos de investigación, escapé. La forma en que estaban distribuidos los dientes por mi cuerpo me facilitó en cierta medida los movimientos. Estaban alineados ordenadamente como si mi cuerpo fuera una prótesis dental; lo cual me daba movilidad hasta un punto; pero funcionaba.
       Sin dificultad escapé del centro de investigaciones. En un momento sentí un curioso deseo por masticar. ¿Cuanto hacía que no ingería alimentos sólido? Me deslizé por una alambrada, sin mucho trabajo, sólo con el movimiento de abre y cierra. Hasta que al fin me encontré en medio de la noche, con el olor a campo y a tierra húmeda. En realidad no sabía dónde estaba; pero era libre, bueno al menos podía decidir qué rumbo tomar. Seguí arrastrándome, en busca de un lugar conocido, pero la debilidad y el cansancio fueron más fuerte. Sin darme cuenta mi mente se fue borrando, y con ella los recuerdos y los años vividos. Sólo un sonido se escuchaba en mi cuerpo esmaltado; el choque involuntario de dientes contra dientes.
       Me dejé caer en la hierba húmeda, el silencio fue penetrando en mí. La noche moría y yo con ella; me fui separando del mundo sin quererlo; por la voluntad de un ser poderoso. En pocos minutos dejé de ser yo, me perdí en la eternidad. Fui borrado.
       Tres días después.
       ¡Ahora soy un alma etérea, vivo, entre otros lugares, en el cielo! ¡Y soy muy feliz!
       Por esta fecha, algunos meses más tarde, me llegó a mi apartado celestial, un diario donde aparecía un artículo que hablaba sobre la investigación policial entorno a extraños casos de antropofagia. El artículo decía textualmente:

       "Se han encontrado por todo el país restos de animales mutilados, y dentro de una dentadura gigante, restos humanos y material médico"
       Al final del artículo se podía leer, según declaraciones de una señora:

       " ¡Estoy destrozada, no sé que será de mi vida sin él..........! "
                                                Firmado: Viuda de González.

     


      
      
        

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