¡HISTORIAS MORBOSAS,CRUDAS, OLVIDADAS Y RECORDADAS! LA VIDA OCULTA DE LAS COSAS: DOLOR, PASIÓN, MENTIRAS, E INCONTABLES ESPERANZAS.
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Desde su posición, vio, como las diminutas hormigas se amontonaban a sus pies, y se sintió poderoso. ¡Poco le duró su dominio! Un rayo calló sobre su cabeza.
“ Agua Milagrosa ” La historia que les quiero contar aconteció hace muchos, pero muchos años, en uno de los más pintorescos y acogedores pueblecitos de la vieja castilla. Su nombre no es relevante, pero para que mi historia adquiera rango de credibilidad, lo aludiré, aunque con esto desvele un secreto que se ha mantenido oculto por algo más de cien años. En la muy ponderada Villa de Escalona, bordeada en uno de sus extremos por el pausado y cristalino río Alberche, vivió un boticario que tenía una hija, como se decía por aquellos tiempos, en edad de merecer, una hermosa y voluptuosa joven que había rebasado la adolescencia y se encontraba en ese fluctuante período, en que la mente pretende imponerse sin éxito sobre el cuerpo, para engañarlo con premeditación y alevosía, aunque el cuerpo, dueño de la situación, no deja lugar a dudas de su poderío
(CAPÍTULO LX) Con sobrada razón Antonio Machado sentenció que realmente el camino no existe, se hace al andar, y dicho espejismo no es otra cosa que estelas en el mar. Y haciendo suya la máxima, mis amantes, nuestros amantes, anduvieron por un no-camino sin despegarse del borde que une la tierra con el mar, no vaya ser que por algún descuido perdiesen el rumbo al andar. Y para no deshacer lo ya dispuesto, anduvieron con sumo tino sin profundizar en las pisadas, dejando con sus pies desnudos desniveles en la arena. Cuando partimos, con rumbo o no definido, el cuerpo se extiende indefinidamente y los sentidos se embotan de perplejidades, lo dice un caminante que después de innúmeros de años ahora se empeña en regresar al punto de partida, y no es que anduviese por la totalidad del espacio exterior, es que en mi perpetuo andar, no me detuve para catar las vides de la vida. Y ahora, al intentar dar más de un paso, los ojos se me inundan
Creo que les estaba contando cómo llegué a este mundo. No fue nada especial, mi vida es tan simple como la vida de un caracol, pero hasta ahora, tan larga como la misma estela que va dejando en su lento caminar. Lo realmente importante fueron los años en que mi ser vio la luz. Eran tiempos de guerra, de momentos convulsos y difíciles para mi familia, para la mayoría de las familias. Fue una época en que todo se dividía, por la única razón de negar a la otra mitad. El vecino estaba en contra del otro, por su credo, o por sus pensamientos, por su riqueza o su pobreza, por su rabia o su templanza, por no ser igual a la cara que contemplaban cada día ante el espejo. Esta lucha llegó hacer muy extensa y abarcó tierras y más tierras, hasta delimitar las posesiones de cada uno de los guerreros. Se crearon territorios y gobiernos, y los hombres decidieron morir por sus colores, los que escogieron para ser identificados como contrarios al pensamiento y a la acción de su vecino. De esta form
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