¡EL PRIMER AMOR DE LA ABUELA NENA!



                                       (CAPÍTULO XLIV)

                Mi padre se acercó al grupo de hombres y le contó su plan. ¡Con seguridad absoluta preguntó si confiaban en él, y si así fuera, que lo siguieran para encontrar una solución lo antes posible! Cuatro de los mayores por edad, asentaron con la cabeza, se despidieron de sus familias, y junto a mi padre se marcharon por la calle más amplia en dirección desconocida. Mi padre simplemente miró a mi madre, le lanzó un bezo con la mano, y le dijo que pronto estarían de regreso con alimentos y alguna solución.  ¡Si no era como pensaba, se cambiaría el nombre! ¡Mi padre es hombre de una sola palabra!
                Se fueron alejando del puerto por la amplia e interminable calle con destino incógnito, y mi madre los siguió con la mirada hasta que no vio más que un punto borroso en la distancia. Sintió en el corazón un palpitado fuerte y no lo pudo evitar. Dejó caer la mano sobre el pecho, y apreció el latido seco pero constante de un órgano llevado al máximo de su capacidad. ¡Vibraba desde lo más profundo de su ser, y los demás se dieron cuenta de su incertidumbre! Algo debía hacer para recobrar la serenidad, y que su inseguridad no hiciera mella en el ánimo de todos. Respiró  profundamente y los invitó a moverse hasta la siguiente plaza. ¡Debían de llamar lo menos posible la atención del personal del puerto; simplemente por seguridad! Estuvieron de acuerdo y se movieron hasta la explanada.
                Mis queridos nietos, cualquier comienzo es una odisea, y cualquier movimiento un riesgo, y pasó lo que no estaba escrito. ¡Es complicado contar una historia desde la visión de nuestros padres, y con el inmenso peso de los años que nos obliga a tomar una postura! Yo simplemente relataré lo que el destino sugirió para que las cosas fueran encausándose hacia buen puerto; valga la referencia. Mi padre se marchó por la interminable calle y no regresó. El resto del día y de la noche  esperaron por los hombres sin resultado. No podían continuar esperando más porque los niños y los menos jóvenes desfallecían de debilidad y sed. ¡Mi madre no quería perder la esperanza y se juró que en la mañana los vería aparecer de la misma forma en que se marcharon!
                ¡Pudo convencer al grupo para esperar hasta el amanecer, pero no llegaron! ¡Ahora mi madre se había perdido en la inseguridad y sus dudas! ¡Entre todos los problemas, la plaza en que estaban, no era segura!

Continuará..........................

DISEÑO GRÁFICO: MANDY BLUEE.
         

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