“SENSORIALES RECUERDOS”

                          


            

                 Son tantos y tan variados los recuerdos, que me entra el pavor de sólo pensar que dejaré, incontables de ellos, de enumerarlos porque físicamente los años no son suficientes. ¡Hay más recuerdos que peces en el mar! Y es cuando me aferro al pasado como niño ante un juguete, y los desempolvo, los saco a que tomen el sol porque nunca se sabe si el próximo invierno será más frío y largo que este, o, el siguiente el definitivo para que los recuerdos se queden en la inconstancia. No me queda otra que tomar una determinación. Me dedicaré en cuerpo y alma a la clasificación de los recuerdos, los retendré hasta poder imprimirlos en papel, para que perduren, porque dentro de mi cabeza pueden llegar a perderse irremediablemente o trocarse en malos pensamientos. Relataré todos los recuerdos. Los que fueron y los que no llegaron a ser porque el dogmático tiempo se ha empeñado en lo contrario. Seré cursor, espía, confesor, y, apasionado amante de los mismos, de cada uno de ellos, de los diminutos, y de los monumentales recuerdos que dejaron de ser personales para entrar a formar parte de los demás, de múltiples y colectivos recuerdos.
                 Por ejemplo. Mi primer recuerdo. Acaso puedo hablar de un primer recuerdo. ¿Cuál es mi primer recuerdo? No, no lo tengo nada claro. ¿Dentro del vientre de mi madre? ¡No, dentro del vientre de mi madre no tuve recuerdos, o al menos no alcanzo a recordarlos, nada más tuve acuosas sensaciones! Lo que quiere decir que estoy en desventaja. Puede que mis recuerdos no sean tan constantes o que los mismos no obtuviesen la categoría de evocaciones para entrar a formar parte del pasado. Porque un recuerdo que se libera envejece momentáneamente y se corre el peligro de ser enlazado con otros o de reinventarse por el camino en historias tortuosas.
                 Así que me dedicaré a la contemplación, y todo lo que entre a formar parte de la duda, lo adjudicaré a un recuerdo, hasta moldearlo a la manera más conveniente. Si por cualquier motivo no llegase a tener remembranzas, el mismo instante, el presente, será la justificación para mis actos. No sé si seré recordado por familiares o amigos, pero eso sí,  yo los recordaré, les doy mi palabra, que vale más que un amañado contrato. A cada uno de ellos --los recuerdos y amigos-- los mantendré en mis escritos como “sensoriales recuerdos”. Será el mejor de los regalos. Y a donde quiera que me encamine o esté, dejaremos de ser un recuerdo más.    
                 ¡A la memoria, simple y llanamente a la memoria!


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