Historias Espirituales: "La comunicación"

Esto sucedió si no recuerdo mal hace algo más de veinte años, como dirían los cuentos infantiles, en un lejano país cruzando el mar, teniendo como única frontera el agua espumosa y salada del océano. Por aquellos años la vida o el destino me puso a prueba, y desafió mi equilibrio emocional junto a mis cortos años de vida. Hacía  apenas cuatro años que me había estrenado como padre, y este destino que les hablo me separó con todas las fuerzas y de una forma cruel del sentimiento más profundo que hasta ahora no había experimentado. De la noche a la mañana me quedé sin mi hija, dejó el pequeño país de aguas saladas y cruzó el inmenso océano en un monstruo de metal, hacía lo desconocido. Al menos para mí era lo desconocido. Todavía hoy recuerdo su pequeña manito entre las voces disonantes y la multitud hambrienta. Me quedé sin mi hija, y mi mundo dejó de funcionar. Posiblemente pocos se dieron cuenta de lo que llevaba detrás de los ojos y lo que guardaba sin esperanzas de futuro en el alma. Mi abuela, el ángel que todo lo ve, hizo que mi cabeza no dejara los hombros y rodara al olvido. Mi pequeño amor, que con su manita al viento no sabía que el tiempo puede ser muy ladino y lo que hoy es un instante, en la mañana se puede trocar en interminables y agotadores años, me despidió con un beso y me dijo--¡Papá, si mañana vengo!--y no quise pensar. Así dejé marchar lo que un día por descuido me estremeció, la que espantó para siempre de mi cuerpo el miedo;  y desde entonces, el corazón se me secó. No quedó espacio para nada ni para nadie y me entregué a las aguas, a todas las aguas y a todos los líquidos por igual, sin saber hasta donde me llevaría la corriente, sólo quería perderme en el infinito y no regresar a la realidad. Pensé por un instante que mi vida estaba terminada, y que poco me importaba la mierda realidad si mi niña no estaba conmigo. Ahora al recordarlo, los ojos se llenan nuevamente del infame líquido que por muchos años me ahogó. Lo que les cuento es más que la verdad, es el sentimiento adolorido de un cuerpo en fuga. Me perdí, simplemente me dejé llevar y no me encontré. Quisiera recordar las primeras noches, pero no, estaba en la nada, fui y vine sin saber que no estaba. Me abandoné y esperé que mi cuerpo se perdiera en un suspiro.
       En esa época escribía mucho, cuentos y sobre todo poemas atormentados de amores imposibles y perdidos; pero escribía. Cuando pasó lo de mi hija las manos se olvidaron de escribir y las ideas se secaron. Olvidé por un momento que tenía montones de folios con escritos perdidos por la habitación y de apuntes que ambicionaban ser publicados; lo olvidé todo, hasta de escribir palabras sin sentido. No se en qué momento, qué día y en qué año pero llegó algo parecido a un milagro. Una de las pocas madrugada que estaba dormido, sentí un dolor profundo en la parte posterior de la cabeza que me despertó de un salto. Me quedé sentado en la cama, sin pensar, en la oscuridad de mi cuarto, posiblemente esperando que los ojos encontraran la luz que no llegaba y que no tenía intención de aparecer. Así, de un salto, me incorporé y baje las escaleras de la habitación hasta el comedor; en la mesa, había un papel y un pequeño lápiz. Tomé una silla, la traje hasta mí, me senté y comencé a escribir. La mano se movía desesperadamente sin control. Todas las palabras estaban unidas entre sí, sin espacio, todas ellas formaban una gran idea. Sabía lo que estaba haciendo, pero mi mano no. Seguí escribiendo hasta el final del folio.     
       La mayoría de las palabras eran inteligibles, pero para el centro del papel, se podía leer claramente:
"¡Papá, no estés preocupado mañana te llamo, tendrás una sorpresa!"
       Al otro día, antes de terminar la noche, recibí la llamada de mi hija que venía a verme y que estaría conmigo algunas semanas. Posiblemente todo esto fue un encuentro en otro plano, no lo se, pero después de este día, muchas noches más me comuniqué con mi hija, muchas noches que se transformaron en años. Tengo todos los papeles guardados, dónde ella me contaba cómo estaba y que pronto estaríamos juntos por siempre. Algunos textos son tan reales y con tantos detalles, que aún no estoy dispuesto a hablar de ellos. Esto fue lo que me salvó de la locura y me dio la oportunidad de hacer realidad una de las comunicaciones, donde me decía que estaríamos juntos. Alguien dirigió mi mano para hacer un puente entre nosotros, alguien muy especial.
       Ahora estoy aquí, he pasado el océano y sus aguas me fueron indiferentes, cerca de mi hija, no todo lo cerca que me gustaría estar, pero me conformo. De esto que les cuento, ella no sabe nada, nunca le comenté de los folios ni de las palabras que llegaron a mis manos desde la nada. Creo que es el momento de decirle que siempre estuvimos comunicados y de confesarle que el tiempo no pasó y que sigue siendo mi pequeña.

Comentarios

la hija de ha dicho que…
Papá no sé qué decir, sólo que a mi también se me nublo la vida cuando me fui y soñaba contigo todas las noches, con el momento en el que me hacias maromas o medecias Mochoni, crecí y me hice mujer con tu recuerdo siempre como cuando me llevabas en bicicleta a la escuela o cuando te mordí la judia de plata que te colgaba del cuello o te acuerdas cuando pasamos un día por un escaparate y me gustó un títere de tela y me dijiste que se lo pidiera la estrellita esa noche, se lo pedí y cuando regresé de la escuela lo tenía en la cama, pues todavia le pido cosas a la estrellita. Sólo puedo decirte que te quiero con toda mi alma y si pudiera retroceder en el tiempo jamás me hubiese ido de tu lado, hoy con 26 años te sigo llorando ojalá el tiempo se hubiese detenido antes de los 7. Gracias por todo y sobre todo por quererme tanto y por hacer de mi infancia un cuento, la mejor que cualquier niño pueda desear y nunca olvidaré. Me has visto madurar, y sabes que me tienes a tu vera aunque sea espiritualmente y no nos separan tantos km de distancia como antes, yo voy a estar siempre a tu lado viendote envejecer. te quiero papi

Entradas populares de este blog

SEGUNDO PREMIO EN LA MODALIDAD DE CUENTO EN EL X CERTAMEN LITERARIO INFANTE DON JUAN MANUEL

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?

ROSA Y EL TAXISTA (capítulo 5-6-7-8)