--- " LOCOS "----


                  



--- IV ---      


                 Mis visitas al parque continuaron. Solamente deseaba que mi corta vida siguiera funcionando como hasta ahora, y que mi madre, olvidara la conversación con el maestro porque se iba a volver loca. De cualquier forma seguí fiel a las historias del Chicharo, y a cada uno de los personajes que cada fin de semana hacían volar mi imaginación.
                Un sábado llegó, como siempre, con su hermoso libro bajo el brazo. Llegó vestido de príncipe, de príncipe de algún lejano país perdido entre las páginas de sus libros. De príncipe, pero a su manera, sin apenas protocolos establecidos, y etiquetas marcadas. Él solamente hizo su entrada en su pequeño pero soberano país, el parque.
                Sacó el pañuelo del bolsillo trasero del pantalón y lo agitó en el aire varias veces hasta dominarlo por completo, y en un movimiento perfecto, sacudió el banco del parque. Sin prisa, depositó sobre él, sus posaderas reales. El Chicharo era un personaje de los pies a la cabeza, un hombre muy especial que no se dejaba llevar por reglas establecidas y modas impuestas.
                Este día que les cuento, tuve la impresión, que la lectura escenificada estaba dirigida a mí. ¡No se porque, pero tuve esa sensación! Él siempre se expresaba con grandes gestos grandilocuentes que dominaban todo el escenario del parque. Pero esta vez dirigió su energía a la isla que tenía a sus espaldas. La isla donde yo estaba agazapado.
                Leyó una historia apasionada. Era un anciano que no había conocido los placeres del vivir. ¡Nunca se había sentido feliz! El abuelo llevaba prisa, porque los años pesaban demás sobre sus  cansados huesos, y no quería comenzar el viaje sin antes disfrutar de eso que llaman la completa felicidad.     
                Fue una lectura impecable, con toda la entonación necesaria en cada momento preciso. El Chicharo se metió en la piel del anciano, en sus frustraciones y en sus achaques. Una historia hermosa, repleta de comprensión y amor.
                Al terminar no esperó aplausos, se levantó del banco y se marchó. Desde mi isla, lo vi cómo se alejaba del parque sin mirar atrás. Con su paso largo pero firme. Fue un sábado especial, como el mismo Chicharo.
                Era algo tarde, y después de esta historia, nada me quedaba por hacer en el parque. Salí de la isla para regresar a mi casa. Justo frente a mí, estaba el banco donde el Chicharo leyó la historia del anciano, y sobre él, su libro. Lo busqué con la mirada para decirle que había olvidado su libro, el libro de las historias entrañables y sorprendentes, pero su figura se perdió en el recodo del camino.
                Lo único que podía hacer, era tomar el libro, y encontrar la forma de entregárselo, y fue lo que hice. ¡Lo tomé en mis manos! ¡Un libro realmente pesado! ¿Cuántas historias mágicas habrá entre sus páginas? ¡................! ¡Pero no, no estaría bien! ¿Pero si paso la mirada por las páginas, seguramente el Chicharo no se dará cuenta que lo he abierto? ¡Claro que sí!

                No lo pensé más y abrí el libro. ¡Me quedé mudo y confuso ante lo que estaba viendo! ¡El  aliento se me cortó! Pasé una página, la siguiente y muchas más. Fui al principio y al final. Justo al centro mismo del libro. Continué algunas páginas más, y algunas páginas menos, pero siempre igual. Todo el libro, completamente todo, era de medicina, un tratado sobre neurología. Lo cerré, y sin mi permiso, el cuerpo calló sobre el banco.


Continuará........................................... 



DISEÑO GRÁFICO:  MANDY BLUE.             

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