“EL CANTANTE”
PUBLICACIÓN:(Sesenta)
Todas las mañanas en Murallas
89 se escuchaba la voz de Juan Benito. Sus vocalizaciones eran como la luz del
día, como el gallo cantor, como los transeúntes que van y vienen. Mi abuela me
dijo, que su puntualidad era de relojero. Los vecinos sabían la hora con
exactitud al escuchar a Juan Benito. Hasta el punto de decir --¡Son la siete de
la mañana en punto, escuchen, Juan Benito está cantando!—Nunca recibió clases
de canto, poseía un talento innato, y una voz privilegiada. No porque lo dijera
él, o sus vecinos que lo escuchaban cada mañana, no. Era el comentario en el
mundillo musical. Solamente necesitaba una oportunidad.
Su voz era su vida. ¡Juan dejaría de
respirar si alguna vez le faltaba su arte! Cuando cantaba dejaba el corazón y
la vida. Su pasión se veía doblemente recompensada cada sábado y domingo en la
iglesia. Porque se realizaba expresando su canto, y por su amor a Dios. En
realidad vivía para cantar. En la diócesis lo dejaban consultar los manuscritos
de los cánticos religiosos. Pasaba las horas en el archivo de la sede
eclesiástica, en esto invertía la mayor parte de su tiempo. Esto hizo de Juan
Benito un hombre conocedor no sólo de la música, también del arte en general.
De esta forma pasaban las
semanas, los meses, y los años para Juan Benito. Vocalizaba cada mañana, y
cantaba los fines de semana en la iglesia de la calle Murallas 89. El tiempo
restante que le quedaba, lo invertía en imaginarse encima de un escenario
cantando su ópera favorita.
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