“EL RETRATO”
PUBLICACIÓN:(Noventa)
Puso a Fermín contra la puerta
para controlarlo con la mirada, y fue en busca de los zapatos del capitán. Por
la cabeza de Fermín pasó la idea de escapar, desde la posición en que estaba
tenía ventaja sobre el lerdo marinero; pero si fallaba. ¡Mucho antes iría al
mar! Y cuando se está en una situación complicada, lo mejor es ganar tiempo.
Por otra parte, dónde se escondería que no fuera descubierto. Ahora sabían que
había un polizón a bordo, y encontrarlo no sería complicado entre todos los
marineros. Correr no es la solución. Así que decidió quedarse y afrontar su
destino. ¡Ya pensaría en algo!
El marino no se demoró mucho
rebuscando hasta que encontró los zapatos del capitán. ¡Muchos zapatos! ¡Un
mundo de zapatos! Los metió en un saco y se los plantó en la cara Fermín. Lo
tomó nuevamente por el cuello, y arrastrándolo lo llevó una vez más a la bodega
del barco. Comenzaron a descender por las escaleras hasta que el marino se dio
cuenta que no necesitaba bajar. Empujó por la espalda a Fermín y este rodó
hasta llegar a su destino con el morral de zapatos. Ahora Fermín estaba sobre
el suelo de la bodega rodeado de zapatos.
Una vez más el marino le
recordó, que si uno solo de los zapatos no quedaba lustrado, el mismo lo
desollaría. Escupió en el suelo y cerró la puerta. Fue cuando se dio cuenta que
la puerta de la bodega nunca tuvo llave. ¿Cómo lo iba dejar encerrado? Era una
puerta firme, de listones gruesos separados unos de otros. ¡La única solución,
pasarle uno de los amarres del barco! ¡Es una cuerda gruesa y desde afuera le
haría un doble nudo! Fue lo que pensó el marinero y así lo hizo. De cualquier
manera estaría toda la noche haciendo la ronda. Con detenerse y mirar de vez en
cuando, lo mantendría controlado.
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