“EL LIBRO”
PUBLICACIÓN: (Cuarenta y
cuatro)
Lo máximo dos días, a lo sumo
tres; era el tiempo que los estudiantes se mantenían de prueba. No es que la
casera los echara al cabo de estos días, no. Los estudiantes se marchaban por
su voluntad, y sin dar una explicación a la pobre mujer que los veía salir por
la puerta como alma que se lleva el diablo. Ni uno solo se detuvo para dar un
motivo del porqué de su salida tan tempestiva. ¡Ninguno! Y la mujer se devanaba
los sesos pensando si era el color de la habitación, el precio de la misma, el
estar dentro de la propia vivienda. ¡Hasta pensó que podría ser su aspecto!
Con el poco dinero que tenía, la
casera fue a la peluquería, se compró ropas nuevas, y decidió que al menos se
ducharía dos veces por semana. Esto de la ducha era lo que llevaba peor. Había
comprobado que al lavarse mucho, en su piel aparecían puntos rosados que le
producían picor. ¡Fue el motivo por el cual dejó de lavar su cuerpo de forma
periódica! Pero con este dilema del alquiler de la habitación, si fuera
necesario se bañaría, se ducharía, o pondría en remojo todo su cuerpo un día
entero. Hasta sería capaz de cepillarse los dientes a voluntad.
La situación económica remueve
las conciencias, y cuando se llega a una situación extrema, los principios dan
al traste y se hacen concesiones. ¡Si hay que bañarse, se baña! Pocas pero
sabias palabras las de la casera.
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